El sultán confirmó a Londres la soberanía marroquí acababa
en el río Draa
El Sahara Occidental era independiente de Marruecos
En la segunda entrega de la serie, su autor, Joaquín
Portillo, revela un segundo informe secreto de los archivos belgas, que nunca
fue publicado y al que tampoco -como en el caso anterior del «informe
Whettnall»- tuvieron acceso los jueces del Tribunal Internacional de La Haya
cuando tuvieron que emitir su dictamen sobre la soberanía del Sahara. «El
sultán de Marruecos, dice el coronel del Estado Mayor del Ejército belga a su
rey, Leopoldo II, el 1 de diciembre de 1888, ha respondido al Foreign Office
que sus Estados no se extienden tan lejos como Tarfaya y se terminan en el río
Draa.» Esta carta está depositada en los archivos del Foreign Office.La
conclusión de este capítulo se resume en esta pregunta: «Si antes de la
colonización española (1884) el Imperio Marroquí tenía su frontera sur en el
río Draa, ¿cómo es posible que al abandonar España aquel territorio Rabat haya
conseguido avanzar su frontera meridional hasta el trópico de Cáncer?»
Aunque es difícil establecer con precisión en qué momento
Leopoldo II de Bélgica decide informar de sus propósitos a Lahure, sí está
claro que el 25 de julio de 1888 Leopoldo II ordena a su ministro de la Guerra,
el general Pontus, poner a disposición del soberano al barón Lahure, coronel de
Caballería y de Estado Mayor, durante dos meses. El 9 de agosto, Lahure embarca
en el puerto francés de Marsella rumbo a la colonia inglesa de Gibraltar. En el
peñón, el prestigioso militar belga se entrevista con Donald Mackenzie, un
ingeniero británico que conocía bien el noroeste de Africa. Mackenzie, en
efecto, mantenía relaciones con los saharauis desde hacía ya dieciséis años: en
1874 había constituido en Londres la North West African Company y, como
delegado de esta sociedad inglesa, firmado un contrado con la máxima autoridad
sahariana de Tarfaya, el Cheij Mohamed Ben Beiruc, contrato que tenía fecha de
26 de julio de 1879. En virtud de este documento, la sociedad inglesa, que
disponía ya de sucursales en Las Palmas de Gran Canaria y en Lanzarote, edificó
en Tarfaya sus instalaciones, con la ayuda, por supuesto, de trabajadores
canarios y saharauis. Todavía hoy pueden verse los restos de aquella
edificación que, en castellano, se denominó «casa mar». Mackenzie obtuvo
notables éxitos comerciales porque, entre otras cosas, consiguió desviar hacia
Tarfaya gran parte del comercio que llegaba a través del Sahara. «Las
operaciones comerciales -escribe en su informe secreto el coronel Lahure-
tomaron impulso -y las caravanas enviadas por las tribus del interior llevaron
al establecimiento de la North West African Company grandes cantidades de lana,
pieles, plumas de avestruz y goma.» De Gibraltar, Lahure y Mackenzie se
trasladan a Tánger, donde, en ausencia del barón Whettnall, se entrevistan con
uno de los hombres de confianza del cónsul, Abraham S.icsu, antes de hacerse de
nuevo a la mar para navegar hasta Tarfaya, vía Canarias. Sahara, la goleta de
Mackenzie, les conduce finalmente desde Arrecife de Lanzarote hasta Cabo Juby
(Tarfaya), donde están las instalaciones del inglés y donde los navegantes
arriban el 4 de septiembre de 1888.
Al margen de los pormenores de la instalación inglesa en
Tarfaya y de las serias preocupaciones que aquel asunto causó a los Gobiernos
de Madrid y de París, es interesante, por el contrario, reproducir algunos
párrafos del informe que, a su regreso, Lahure transmitirá a su soberano,
puesto que la compra de las instalaciones de Mackenzie en Cabo Juby era, en
este momento, el proyecto que acariciaba Leopol do 11 como alternativa para
establecer una colonia belga en el Sahara
« La North West African Company decidió la edificación de un
castillo en la roca que queda separada de la costa con la marea alta y de una
factoría de piedra en tierra firme. Al mismo tiempo, el señor Mackenzie ha
pedido al Gobierno inglés reconocer y proteger su establecimiento; incluso ha
solicitado el otorgamiento de una Carta Magna. Además se ha entendido con el
jefe soberano de la comarca (el Tekna) para obtener la concesión de una porción
de costa en Tarfaya, entre Cabo Juby y Stafford Point. Se entendió al mismo
tiempo con estejefe, el Chej Mohamed Ben Beiruc, para que éste protegiese las
instalaciones y el comercio de la North WestAfrican.
«El Gobierno inglés -revela Lahure- no ha concedido a la
North West African Company la Carta Magna, pero se ha dirigido al sultán de
Marruecos para hacerle saber que le hacía responsable de toda agresión de que
pudieran ser objeto los establecimientos ingleses de Tarfaya. El sultán ha
respondido al Foreign Office que sus estados no se ex tienden tan lejos como
Tarfaya y se terminan en el río Draa; y que, en consecuencia, no tenía por qué
ocuparse del establecimiento inglés de Tarfaya.» Esta carta está depositada en
los archivos del Foreign Office,..
«En 1882 -Informa a su rey el coronel belga-, las
autoridades marroquíes, que continúan persiguiendo el mismo fin, han enviado
una misión a Cabo Juby para preguntar al señor Mackenzie si reconocía la
soberanía feudal (soberanité) del sultán. El señor Mackenzie ha respondido a
los enviados marroquíes que no tenían más que dirigirse al Gobierno inglés; y
esto fue lo que hizo el sultán; es entonces cuando en Londres han respondido al
soberano marroquí, poniéndole ante su carta anterior donde reconocía el río
Draa como límite meridional de sus estados. »
Tanto el informe Lahure como el de Whettnall, al que nos
referimos ayer, contienen elementos que habrían pesado (¿por qué no de manera
decisiva?) ante el Tribunal Internacional de La Haya hace tres anos en favor de
la independencia del Sahara occidental. La zona de Tarfaya, por supuesto, no es
más que una parte del antiguo Sahara español, aunque, eso sí, una parte
esencial en el pretendido conflicto jurídico con Marruecos. Españoles y
franceses, sin embargo, habían cometido ya suficientes errores en el tratado de
1912 sobre delimitación de fronteras y reparto del protectorado «marroquí». Y
el Gobierno español de aquellos años, en última instancia, había aceptado que
el Sahara occidental tenía su frontera norte -y Marruecos su frontera sur- en
el paralelo 27º40' de latitud norte; es decir, no ya al sur del río Draa -donde
siempre comenzó, como hemos visto, el territorio saharaui-, sino ¡al sur
incluso del mismo Cabo Juby!
De todo lo expuesto hasta ahora sólo cabe una deducción: si
antes de la colonización española (1884) el imperio marroquí tenía su frontera
sur en el río Draa, ¿cómo es posible que, al abandonar España aquel territorio,
Rabat haya conseguido avanzar su frontera meridional hasta el Trópico de Cáncer
y, lo que aún es más grave, las democráticas potencias occidentales, y en
primer lugar el Gobierno español, pretendan legalizar tamaño abuso con
menosprecio de los derechos más elementales reconocidos, como son el derecho a
la vida y el derecho de los pueblos a decidir su propio futuro?
Joaquín Portillo 12/11/1978