Las dos víctimas son Mamuni Ali Ehmuda y Mohamed Chej Selma, y eran los únicos ocupantes del todo terreno que activó la mina.
En el Sahara Occidental, y en ambos lados del muro marroquí, las minas y demás artilugios aun sin explotar siguen matado y mutilado a más civiles saharauis. Es imposible precisar con exactitud dónde se encuentran estos artilugios. Hay reglas generales de uso pero no suelen ser respetadas por lo que es más dificultoso aun conocer su situación.
Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, el 80% de las víctimas lo constituye la población civil, especialmente niños y mujeres. Las minas no diferencian entre soldados y civiles, entre tiempo de paz y tiempo de guerra. Además, su fácil disposición en el terreno y el hecho de que permanezcan activos aún muchos años después de terminarse los conflictos bélicos, las convierten en una autentica pesadilla para las poblaciones que viven en zonas que habían sido o son escenario de confrontaciones armadas.
El puesto Bir Nzarán está situado en una planicie desértica y muchas veces árida, a 146 km de Dajla. Su importancia económica deriva de las grandes extensiones de tierra apta para el cultivo que la rodean tratándose, asimismo, de una zona de pastos. Su subsuelo, por otra parte, poseía importantes reservas de agua.
Muchas acciones cotidianas siguen siendo las actividades más arriesgadas sobre todo en zonas desconocidas.
Estos crímenes son una prueba más para que el Estado marroquí acompañe plenamente a la comunidad internacional firmando el Tratado de Ottawa de 1997, que prohíbe las minas antipersonas, y de Oslo 2009 sobre las bombas de racimo, con el fin de garantizar la seguridad de los saharauis y de sus intereses.
REMMSO y ASAVIM , piden a la comunidad internacional que actué con firmeza y consistencia, para obligar a Marruecos a asumirse a estos acuerdos y atender a todos las víctimas de minas y sus familiares, y en especial a los que están en la parte oeste del muro.
Fuente: http://www.remmso.org