Por Nicolás Dotta (el argentino)
La vida en los campamentos es dura. El contexto es terriblemente hostil. Tienes que imaginar que están situados en la Hamada del desierto, que significa El Infierno en árabe. Es una geografía árida, seca. No es la imagen de dunas de arena, sino una llanura interminable, árida y rocosa. Las temperaturas son extremas, en verano hace muchísimo calor, con 50-55ºC y en invierno, mucho frío. El paisaje es desolador: no hay a dónde ir. No se ve vida.
En este contexto geográfico te encuentras una gente, cinco pueblos de unas 50.000 personas cada uno, que sobrevive así desde hace 35 años. Es increíble que puedan resistir tanto tiempo en este medio, con tanta precariedad.
Imagínate que la situación es de desesperanza, la gente cansada y agotada.
Cuando los campamentos saharauis se formaron, los hombres estaban en la guerra. Fueron las mujeres las que se organizaron y sacaron adelante la sociedad en el éxodo. Ellas fueron las que organizaron hospitales, escuelas, la sociedad... Tienen una implicación altísima en nuestro proyecto, sobre todo porque está dirigido a ellas, ya que es un proyecto de salud materno infantil. Un 80% del personal sanitario son mujeres. Y en cuanto al sistema de salud, la educación y la movilización social, todo son mujeres.
La verdad es que la mujer saharaui me resulta terriblemente fuerte y decidida y partícipe de la historia de su pueblo.