A 100 kilómetros de El Aiún, la capital del Sáhara Occidental, en pleno desierto, está la mina a cielo abierto de Bou Craa, el depósito de fosfatos más grande del mundo. No es su único récord: desde la mina parte la cinta transportadora más larga del mundo (construida por España en los años 60) hasta el puerto de El Aiún donde los fosfatos serán procesados y embarcados hacia su destino: los campos de Norteamérica, Asia y Australia.
Pocos conocen la existencia de la mina de Bou Craa y menos aún han estado alguna vez allí. Sin embargo, cientos de millones de personas nos alimentamos gracias al fosfato que sale del subsuelo del Sáhara, cuya privilegiada combinación de sequedad, humedad del Atlántico y restos de animales que poblaron el antiguo mar hace 20 millones de años ha permitido la formación del mineral, un fertilizante imprescindible para la agricultura intensiva.