lunes, 3 de junio de 2013

Biblioteca móvil en los campos saharauis

Esta entrada ha sido escrita por Ángel L. Martínez (@AngelLMartnez) desde los campamentos saharauis.

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Niño saharaui se concentra leyendo un libro en la biblioteca de Smara. © Ángel L. Martínez
Un chico devora un libro con obstinada dedicación. A sus espaldas, los lomos de clásicos de la literatura se doran con los poderosos rayos del sol. Una imagen cualquiera si no fuera por la localización: Smara, uno de los campamentos de refugiados saharauis.

La historia del proyecto de la biblioteca móvil para los saharauis se cuenta en torno a una mesa de té. Hamida Abdulá, el responsable de la iniciativa en los campamentos prepara cuidadosamente azúcar, especias y agua caliente…
Bubisher es el pájaro de la buena suerte en la tradición saharaui. Cuando se posa sobre una jaima, nos trae buenas noticias”, cuenta Hamida. Y la buena noticia arrancó en 2008 con un camión biblioteca que viajaba de wilaya en wilaya ofreciendo libros a los refugiados durante un mes, hasta que finalmente se asentó permanentemente en Smara, en 2011. Cada día desde el ‘nido’ de Smara, el bubisher vuela a una escuela para congregar a los estudiantes de español en torno a los libros. Y después de las clases, se organizan los clubes de lectura en las plazas para que niños y mayores se reúnan a hablar de palabras y literatura.
Sus orígenes están en la idea de devolver la lengua española a la población refugiada.Hasta los años 80, el 95% de los saharauis hablaba castellano y con este proyecto se pretende que la cultura española permanezca en la vida de un pueblo cuya tradición se ve amenazada por la ocupación y el exilio.   
Se acaba el primer té  Sabe amargo, como la vida.
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La biblioteca móvil 'bubisher' frente al nido-biblioteca de Smara. © Ángel L. Martínez
Tras dos años de vuelos, son casi 1.300 socios listados en la biblioteca-nido de Smara y 6.000 libros catalogados. Todo un éxito si se tiene en cuenta que antes apenas había libros en las escuelas. “Ahora los profesores tenemos acceso a textos con los que organizar nuestras clases y los estudiantes pueden enriquecer su horizonte informativo”, explica Mohamed Lamin, profesor de una de las escuelas de Awserd, otro de los campamentos donde se abrió un nido el 27 de abril de 2013.
El sueño de tener una biblioteca en cada uno de los campamentos se cumple poco a poco y libros en otras lenguas también se han incluido en los estantes de los nidos. Es una ambición que parte del escritor Gonzalo Moura, enamorado del Sáhara, a quien un grupo de escolares propuso llevar la literatura a los refugiados ahorrando monedas durante meses. Y su pasión hacia la lectura se hace contagiosa. “Lo mejor que ha pasado aquí es tener ese pájaro de cuatro ruedas y una biblioteca donde se pueden formar mujeres y hombres. Un nuevo espacio donde se siembra cultura”, cuenta Kabara Selma, empleada en bubisher, que anhela estar entre las primeras escritoras saharauis en engrosar las bibliotecas de los campamentos.
Se termina el segundo té. Dulce como el amor.
“Este proyecto hace que la lectura forme parte de nuestro día a día. Y de forma gratuita”, cuenta Brahim Buhaia, de 17 años, mientras busca una novela policiaca. Gracias abubisher no solo el español está remontando el vuelo, sino que las autoridades se complacen en contar con un proyecto independiente y sostenible. “En este contexto las cuestiones culturales no son prioridades. Pero la divulgación de la cultura es un factor alentador para nuestro pueblo” admite Brahim Mojtar, ministro de de Cooperación.
Bubisher también ayuda a no perder la memoria saharaui, en una situación de ni guerra ni paz. “Nosotros vivimos en el exilio pero también podemos hacer cualquier cosa. Nunca perderemos la esperanza de poder hacer otra librería cuando recuperemos nuestra tierra”, explica Fatimetu, maestra del club de lectura en Smara. La profesora concluye: “Nuestra cultura es oral, pero necesitamos de la cultura escrita para que los niños lo recuerden y que se mantenga nuestra memoria. Para que no se muera.”
No queda ni gota de té. El último tuvo un sabor suave.