sábado, 9 de marzo de 2013

LA MUJER SAHARAUI ROMPE ESTEREOTIPOS OCCIDENTALES

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La Unión Nacional de Mujeres Saharauis, con el rol tan importante que desempeñamos en la lucha por la liberación nacional que desarrolla nuestro pueblo desde hace casi 38 años, hemos conseguido romper muchos de los estereotipos occidentales sobre la emancipación y la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, sobre todo en el mundo árabe islámico. Una imagen, la de las mujeres musulmanas en general, que está muy estereotipada, ya que son consideradas mujeres que no tienen participación alguna, ni derechos sociales, ni políticos ni económicos en sus respectivos países. Pero nosotras, las mujeres saharauis, hemos conseguido paulatinamente trasladar la idea de que una cosa es la cultura y otra la religión, explicando y demostrando que el Islam no nos  prohíbe participar en todos los ámbitos sociales en las mismas condiciones y derechos que los hombres, sino que lo que ocurre, en algunos países, es que sus regímenes políticos han tergiversado el Corán, (libro sagrado musulmán), para explotar a las mujeres en su beneficio, sin tener en cuenta que la musulmana, dentro de las religiones monoteístas, es una de las más progresistas respecto a los derechos de la mujer.
Algunos de esos regímenes antidemocráticos, perversos en su trato a las mujeres, han ido cayendo desde que en 2010 los saharauis lleváramos a cabo la mayor acción reivindicativa pacífica de la historia, el Campamento de la Dignidad (Gdeim Izik), que fue el detonante impulsor de la Primavera Árabe.

GdeimI zik fue la manifestación pacífica más importante llevada a cabo por el pueblo saharaui, para reivindicar sus derechos sociales, civiles, políticos y económicos, que lleva 38 años siendo enajenados y violados de manera sistemática por las autoridades y las fuerzas de ocupación marroquíes. Supuso un ejercicio de autodeterminación para el pueblo saharaui, al poder demostrar su impecable capacidad organizativa viviendo, por fin, su idolatrada libertad aunque durante un corto espacio de tiempo, pues fue salvajemente desmantelado por las fuerzas de ocupación marroquí. El papel de las mujeres durante esta acción nos convirtió en artífices de revueltas sociales en las que nosotras, como organizadoras y activistas únicas, lideramos la bandera de la resistencia pacífica, a fuerza de sacrificios, tenacidad, compromiso y responsabilidad. Hoy, 8 de marzo, se  cumple  exactamente un mes desde el inicio del juicio militar por el que Marruecos procesó a 24 presos políticos, encarcelados desde noviembre de 2010 en la prisión de Salé II de Rabat, acusados injusta y falsamente de asesinato y pertenencia a banda criminal. La ignominiosa sentencia, que abarca condenas de entre 20 años y cadena perpetua para ellos, ha sido el detonante de una nueva forma de concebir la lucha contra las flagrantes violaciones de derechos humanos que se perpetran diariamente en el Sáhara Occidental. Es aquí donde las mujeres saharauis  mantenemos y mantendremos firme nuestra encomiable postura pacífica de resistencia ante los incansables ataques marroquíes contra nuestros derechos, enarbolando nuestro incondicional lema de que “el Pueblo Saharaui tiene la última palabra”.

Pero el ocupante marroquí no está teniendo en cuenta un factor fundamental, que terminará por dar la victoria a los saharauis, los legítimos reclamantes de su incuestionable soberanía nacional: Que la mujer saharaui es mucha mujer, mujer de valor incalculable. Las mujeres  hemos logrado erradicar el analfabetismo de nuestro pueblo. Cuando llegamos a los campamentos de refugiados de Tindouf, en pleno desierto argelino, huyendo de la invasión violenta del Sáhara Occidental, el índice de analfabetismo era muy elevado. Hoy, casi 38 años después, hemos logrado invertir las estadísticas y ahora todos los niños y las niñas saharauis están escolarizados y nuestra sociedad prioriza la educación, la formación, la preparación intelectual y profesional de las mujeres como algo vital, partiendo de la base de que una mujer ignorante no puede reivindicar sus derechos legítimos como ciudadana porque no tienen poder de decisión ni gestión.
Así, las mujeres saharauis, como árabes y musulmanas que somos, nos enfrentamos diariamente al reto de compaginar la tradición de nuestro pueblo con la incorporación a la modernidad, además de la vida profesional, comunitaria y personal. Todo un ejercicio de responsabilidad que abordamos con naturalidad y compromiso inigualable, en todos y cada uno de los ámbitos sociales en los que se encuentra dividido el Pueblo Saharaui.

Las mujeres saharauis estamos presentes en todos los estamentos de la sociedad. Desde el Museo de la Resistencia, donde hay un espacio reservado para la mártir Sidemi Mujtar, hasta la misma entrada del tribunal militar de Rabat, donde las madres, hermanas e hijas de los presos políticos desafiaron a todos los elementos en contra y reivindicaron con gritos, pancartas y manifestaciones de varios días de duración los derechos de los procesados y los de los más de 500 presos y presas saharauis que permanecen encarcelados en prisiones marroquíes, así como exigiendo la inmediata liberación de todos y el esclarecimiento de los hechos que involucran a los innumerables desaparecidos del conflicto. Todas las mujeres saharauis en su conjunto tenemos un rol digno de ser destacado y, algún día, seguro que se escribirá en los anales de la historia saharaui en letras de oro.

Somos pioneras en determinadas áreas sociales, como la celebración del divorcio, una tradición única que muchos miembros de la Plataforma de Amigos del Pueblo Saharaui quieren que sea reconocido como Patrimonio de la Humanidad. Nosotras celebramos el divorcio con una fiesta. En la ceremonia, las mujeres saharauis vestimos las mismas prendas que el día de la boda e invitamos a hombres  para participar en el evento que socialmente es conocido como un anuncio de que las divorciadas ya son libres para volver a mantener relaciones sentimentales con otras parejas y al mismo tiempo mostrar  con absoluto orgullo el nuevo estatus social. Las mujeres hemos sabido aunar como nadie nuestras reivindicaciones por la independencia del Sáhara Occidental con la lucha por la igualdad y la equidad, hasta el punto de haber logrado que los intereses de las mujeres saharauis sean los de todos los saharauis. Nuestros logros en materia de género deberían ser un ejemplo para el mundo árabe, puesto que la República Árabe Saharaui Democrática, creada como Estado independiente el 27 de febrero de 1976, tiene diputadas mujeres en su representación en el Parlamento Panafricano y en distintos cargos políticos del Gobierno saharaui. Son hitos que a buen seguro desmontan muchos de los prejuicios occidentales sobre las mujeres árabes y musulmanas.Por ejemplo, cabe destacar que la sociedad saharaui haya reconocido y aceptado los matrimonios por amor, no concertados; que sea obligatorio que la mujer haya cumplido los 16 años para poder casarse;, así como que en caso de divorcio la mujer se quede con la custodia de  los hijos, quedando a cargo del cien por cien de la responsabilidad de criar y educar a sus hijos e hijas. Hoy por hoy, las mujeres saharauis declinamos ocupar más cargos directivos y políticos de elección popular para no sumar más cargas a las que ya de por sí tenemos derivadas del trabajo logístico diario (la familia, la educación de los hijos, la formación propia, las responsabilidades comunitarias y la función laboral, sea cual sea).

Las mujeres saharauis constituimos en sí mismas el mejor ejemplo de que las mujeres, globalmente, son el verdadero capital humano de las sociedades árabes y musulmanas, especialmente en la saharaui. Por ello, las mujeres saharauis luchamos con ímpetu por la emancipación y empoderamiento de las mujeres y; eso hace que las mujeres desde cada rincón  contribuyamos  a la lucha global que las mujeres llevamos a cabo por la igualdad real  entre hombres y mujeres.